Todos aspiramos a crecer como personas, desarrollar nuevas habilidades, cultivar pasiones e intereses, ser más bondadosos con los demás o simplemente a vivir más satisfechos. Igual de común es tener miedo de probar cosas nuevas, sentirse estancado o derechamente verse inmovilizado por la idea de esforzarse por lograr algo que deseamos para terminar fracasando.

Algunos incluso llegamos a preguntarnos: ¿es verdaderamente posible cambiar mis cualidades como persona o ya vienen determinadas desde el nacimiento?

Esta pregunta ha sido central para la psicología desde sus inicios. Actualmente, los expertos coinciden en que ni la genética ni el entorno determinan exclusivamente las características de un ser humano, si no que ambos elementos se interrelacionan y contribuyen en este proceso. También hay consenso de que los atributos humanos, como la personalidad o inteligencia, sí pueden modificarse a lo largo de toda la vida.

Entonces, si podemos cambiar, ¿por qué a veces nos cuesta tanto? La psicología del desarrollo nos propone una respuesta muy interesante: las creencias que tenemos sobre nuestras características condicionan profundamente nuestra capacidad para desarrollarlas. Esta idea ha sido ampliamente investigada por la profesora de Stanford, Carol Dweck y otros expertos en el área, quienes acuñaron el término Mindset (mentalidad) para referirse a estas creencias que cada uno tiene sobre sus propias habilidades y que pueden influenciar fuertemente la forma en que llevamos nuestra vida [1].

¿Te consideras una persona inteligente? ¿Crees que puedes aumentar tu nivel de inteligencia, o que este ya está determinado? Y tu personalidad ¿la ves como un rasgo ya definido en ti, o crees que es posible cambiarla: volverte más carismática, o más paciente, o menos irritable? Las respuestas que cada uno tenga para este tipo de preguntas son lo que se conoce como mentalidad, y en general, la teoría plantea que esta se inclinará hacia alguna de estas dos opciones:

  • Creo que poseo un nivel dado de cualidades y habilidades, las cuales me definen como persona. A esto se le conoce como mentalidad fija (fixed mindset).
  • Creo que puedo desarrollar mis cualidades y habilidades con esfuerzo, estrategia y ayuda de otros. Este tipo de creencias se denomina mentalidad de desarrollo (growth mindset).

En principio, podría parecer que estas creencias no son más que la opinión de cada uno y que no tienen mucho que ver con nuestro desarrollo. Los estudios muestran algo muy diferente: las personas que adoptan una mentalidad de desarrollo con respecto a una característica mejoran su disposición a desarrollarla, aumentan su resiliencia frente al fracaso y logran apasionarse por buscar nuevas oportunidades de aprendizaje.

Por el otro lado, cuando las personas se inclinan hacia una mentalidad fija con respecto a alguna habilidad o característica, es común verlos buscando instancias de validación y evitando desafíos que les permitan desarrollar estas habilidades.

¿Cómo puede ocurrir esto?

Lo que propone la teoría Mindset, es que cuando adoptas una mentalidad fija, percibes tus cualidades como una medida de tu valor y tu identidad, en el presente y futuro. Esto genera una presión por demostrar tu nivel, por conseguir ser evaluado positivamente. Por ejemplo, si estás convencido de tener un nivel dado de inteligencia, entonces sentirás la presión de demostrar ese nivel frente a cualquier situación que ponga a prueba tu inteligencia. De esta forma, las equivocaciones o fracasos – cuando no logras mostrar el nivel que suponías tener – van debilitando tu autoestima y deteriorando tu identidad. Peor aun, como este nivel es fijo, un fracaso me marcará incluso en el futuro.

Por esta razón, cuando adoptamos una mentalidad fija con respecto a una cualidad o habilidad, tendemos a buscar instancias de validación que nos hagan sentir seguros y evitamos desafíos que puedan exponer alguna deficiencia. En consecuencia, nos vamos perdiendo valiosas instancias para aprender y trabajar esa habilidad.

Por el otro lado, cuando adoptamos una mentalidad de desarrollo, nuestro estado actual es solamente un punto de partida y siempre existe la posibilidad de mejorar. De esta forma, aunque los fracasos duelan – siempre van a doler – no amenazan mi autoestima, pues siempre existe esta posibilidad de aprender de ellos y desarrollarme. En esta mentalidad, es inevitable buscar desafíos que me ayuden a crecer. De este modo la mentalidad de crecimiento se traduce en una pasión por el aprendizaje.

Dos mundos de percepciones muy diferentes

Estas dos mentalidades producen dos mundos de interpretaciones completamente diferentes sobre el éxito, el fracaso e incluso el esfuerzo, las cuales se aplican a cualquier ámbito del desarrollo personal. Veámoslo en detalle.

El esfuerzo

Esforzarse por algo que uno quiere lograr en general es considerado como algo positivo, eso siempre lo hemos sabido. Lo novedoso de esta teoría es que la valoración del esfuerzo es una consecuencia de la mentalidad.

Cuando las personas adoptan una mentalidad fija, creen que las habilidades se tienen o no se tienen. En simple, te consideras “bueno” o “malo” para algo. Y si eres malo para algo, entonces te toca esforzarte en ese ámbito. Por consiguiente, el esfuerzo pasa a ser una señal de incompetencia o de inhabilidad.

En la mentalidad de desarrollo, también podemos hacer una evaluación de nuestro estado actual, pero esta es solo válida durante el presente, y no tiene por qué serlo en el futuro. Dado que mis cualidades son mutables, puedo desarrollarlas y volverme “bueno” incluso si ahora me considero “malo”. Para esto, se reconoce el esfuerzo y la ayuda de los demás como factores indispensables para desarrollar una habilidad.

El éxito

Las diferentes mentalidades también impactan en cómo las personas definen el éxito. Cuando estas adoptan una mentalidad fija, para sentirse exitosos necesitan sentir que hicieron algo perfecto. Mejor aún si lograron hacerlo con el mínimo esfuerzo o consiguieron algo que nadie más pudo hacer. En este tipo de mentalidad, las personas interpretan el éxito como una confirmación de su excepcionalidad e incluso de su superioridad. Por esta razón, el éxito de los demás los hace sentirse amenazados.

En la mentalidad de desarrollo: las personas conciben el éxito como una expansión de sus habilidades. Es decir, se relaciona con un cambio con respecto a una situación inicial, o con un proceso más que con un resultado. El éxito es cuando me esfuerzo y consigo hacer algo que antes no podía hacer.

El fracaso

Cuando adoptamos una mentalidad fija, el fracaso es terrible porque expone nuestras deficiencias. Nos hace sentir amenazados y perder la capacidad de disfrutar. En esta mentalidad, percibimos el fracaso como una identidad: “soy un fracaso” o “no estoy hecho para esto”.

Esta percepción condiciona nuestra respuesta al fracaso. En la mentalidad fija, el fracaso nos desmotiva y reduce nuestra propensión a seguir esforzándonos. Además, nos dedicamos a reparar nuestra autoestima: echando la culpa a otros, buscando excusas o comparándome con los que están peor que yo; en vez de reparar el error. De esta forma la mentalidad fija va deteriorando nuestros mecanismos de resiliencia.

En la mentalidad de crecimiento, el fracaso es solo una acción: fracasé. Sin embargo, esta acción siempre está vinculada a un futuro donde es posible cambiar, reponerme. La mentalidad de crecimiento siempre va acompañada de un todavía: “no puedo hacerlo todavía”,“soy malo para esto todavía”. Los fracasos no me definen, porque siempre hay más caminos para el éxito.

¿Cómo aplico esto en mi vida?

En toda esta teoría, hay una idea muy importante: podemos cambiar las mentalidades que adoptamos sobre una cualidad o habilidad. De hecho, se observa que las personas entran y salen de las mentalidades en distintos contextos. Por ejemplo: puedes considerarte una persona “incapaz para las matemáticas” pero con “gran habilidad para los deportes”. Probablemente la evaluación que hagas sobre ti no será incorrecta, no obstante, lo que será crucial para tu progreso no es esta, sino la percepción que tengas sobre la habilidad en cuestión. ¿Creo que puedo volverme más capaz en matemáticas, o que mi capacidad ya está definida y no tiene vuelta atrás? ¿Creo que tengo habilidad para los deportes porque tengo un talento innato, o porque me he dado cuenta de que cuando trabajo mi habilidad física, puedo progresar?

Como planteaba al inicio, todos tenemos aspectos de nuestra vida que nos gustaría mejorar o desarrollar. Todavía no conozco a nadie – aunque me gustaría – que pueda decir: estoy viviendo mi máximo potencial como ser humano en este momento y no tengo nada que mejorar. Lo que me parece interesante, inspirador e incluso tranquilizador de esta idea es que promover el desarrollo personal comienza por un hecho sencillo: identificar y cambiar la mentalidad en que me encuentro. No necesitamos “ser buenos” o “tener talento” para intentar cosas nuevas o difíciles y disfrutar aprendiendo.

Esta idea también nos sirve de ayuda para enfrentar mejor las cosas que no salen como queremos. El fracaso nunca es grato, pero siempre es una oportunidad para convertirte en una mejor persona, una persona que dio vuelta la situación. En palabras del eterno Marco Aurelio:

Ten siempre presente, ante cualquier circunstancia que te pueda causar dolor: esto no es una desgracia, sino una dicha sobrellevarlo con entereza.

Marco Aurelio - Meditaciones

Conclusión

No es fácil salir de nuestras mentalidades fijas: hay factores externos e internos que confabulan contra nosotros. Las historias de éxito que escuchamos suelen poner énfasis en el “talento” como elemento principal, mientras que el esfuerzo es para los que “les cuesta”. Aunque sepamos que la vida no es así, nos vamos convenciendo de que nuestros logros también deben darse de un momento a otro, sin demasiado esfuerzo y como un premio por los talentos que ya tengo.

Nuestros miedos también contribuyen a adoptar esta mentalidad: la idea de darlo todo por conseguir algo y no lograrlo, asusta. Para protegernos, entramos en una mentalidad fija, nos convencemos de que somos buenos para algo y de que esos resultados que deseamos ver llegarán más temprano que tarde, como si fuera nuestro destino. Frente al miedo de intentarlo y fracasar, nos contentamos diciendo “si me esforzara, podría ser tal cosa”, sin verdaderamente hacerlo. Entrar en una mentalidad fija es la excusa perfecta para no perseguir nuestras ambiciones.

¿Cómo podemos evitar entrar en esta mentalidad? En primer lugar, necesitamos convencernos de que llegar a ser algo es mucho mejor que serlo. Este convencimiento debe ser interno pero también reflejarse en lo que hacemos y decimos: en cómo reaccionamos cuando las cosas no salen como esperamos, y en cómo percibimos nuestro éxito y el de los demás. Cuando nos veamos estancados y nos haga falta una mentalidad de desarrollo, una estrategia es preguntarse: ¿cómo me gustaría poder mirar al pasado en el futuro? ¿quiero complacerme diciendo “pude haber sido tal cosa”, presumiendo mi potencial desperdiciado como si fuera un trofeo? ¿o preferiría poder decir “lo di todo por lo que era valioso para mí, sin importar el resultado”?

Definir cómo queremos mirar al pasado comienza por ocuparnos de nuestra mentalidad hoy.

La idea en síntesis

  • La evidencia psicológica muestra que puedes desarrollar tus cualidades y habilidades personales (inteligencia, memoria, carisma, tolerancia, etc.).
  • La creencia que tengas sobre la mutabilidad de estas cualidades (mentalidad) puede potenciar o limitar tus oportunidades para desarrollarlas.
  • Si tiendes a creer que una habilidad es inmutable (mentalidad fija) lo más posible es que te cierres a oportunidades de aprendizaje.
  • Si te inclinas a creer que una habilidad es modificable (mentalidad de desarrollo), será más fácil para ti exponerte a crecer y mejorarla.
  • Puedes cambiar también tus creencias sobre estas habilidades: el primer paso es preguntarte ¿qué mentalidad tengo con respecto a esto?

Notas

[1] Este artículo se basa principalmente en el libro Mindset: The New Psychology of Success, de Carol Dweck. Las ideas son un resumen de los capítulos 1 y 2. El libro también está en español, se llama Mindset, la actitud del éxito.

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