Estuve al menos un año con ganas de comenzar este blog antes de atreverme a hacerlo. Sabía que era lo que quería hacer, pero no me animaba a partir. No es la primera (ni la última) vez que me ha pasado algo así: tener una visión clara sobre algo que me encantaría emprender pero nunca empezarlo. Dejar pasar el tiempo a la espera del improbable momento perfecto para iniciar.

Pensar las cosas está bien, pero no pasar nunca a la acción resulta en una vida insatisfactoria. Cuando vivimos así, nos vamos llenando de cosas que siempre hemos querido hacer pero nunca hacemos. De esta forma, la incapacidad para materializar nuestros intereses se vuelve parte de nuestra identidad y nos convencemos de que si nunca emprendemos los proyectos que nos entusiasman, será porque hay algo que nos falta. “La mayoría de las personas lleva una vida de silenciosa desesperación”, sentenció el filósofo trascendentalista Henry David Thoreau al estudiar la condición humana de hace 150 años. Creo que sus palabras no han perdido vigencia.

Personalmente, he llevado esa vida de “silenciosa desesperación” y sé que no es agradable. Pero también he conseguido salir de ahí y moverme en la dirección de las cosas que me importan. Al reflexionar en retrospectiva, he llegado a la conclusión de que gran parte de la resistencia por actuar se relaciona con la forma en que concebimos el logro. Mi hipótesis es que nuestra propia imagen del éxito es el gran obstáculo para comenzar cualquier proyecto.

Todo comienza con nuestra predilección por las historias de éxito a gran escala: el músico local que se hace mundialmente famoso con un video en YouTube, la emprendedora que levantó un millón de dólares con una idea sorprendente o la profesora que hace un proyecto innovador y resulta candidata a un nobel de educación.

Con estas historias nos convencemos de que el éxito se ve así: grandilocuente y dependiente de un momento decisivo en el que todo cambia. Un día te atreves a hacer algo diferente y en poco tiempo apareces en las noticias celebrando tus logros. Como si el músico no hiciera cientos de videos antes de dar con un hit. Como si la emprendedora no hubiera pasado años comprendiendo el problema que debía resolver con su negocio. Como si la profesora no dedicara la vida a pulir sus innovaciones pedagógicas antes de lograr un resultado con impacto.

Creo que el origen de la resistencia está ahí: sobrestimamos la importancia de un solo momento en el que nuestra vida cambia y subestimamos el valor de actuar a pequeña escala constantemente. Nos convencemos — porque nos ayuda a calmar esa inquietud existencial — de que el éxito masivo requiere una acción masiva. Y cuando hablo de éxito, no me refiero a llegar a ser un éxito mundial de ventas ni alcanzar la fama. El éxito es manifestar ese potencial que cada uno ve en el estado actual de las cosas, es llevar a cabo esa visión del mundo que nos quita el sueño.

La pequeña escala es la única escala

Anhelamos un éxito a gran escala, un cambio significativo. Pero, contradictoriamente, nada de lo que podamos hacer hoy, mañana, o la próxima semana, nos traerá ese resultado. Es más, cualquier cosa que podamos hacer hoy ni siquiera será notoria para el mundo. Correr un kilómetro hoy no te hará un maratonista, escribir un párrafo no te hará escritora y leer un capítulo no te hará un sabio.

Lo paradójico es que la única forma de lograr algo notable es comenzando por cambios que no son notorios. Todos los maratonistas corrieron su primer kilómetro alguna vez. Todas las escritoras se atrevieron a dar vida a un primer párrafo. Todos los sabios comenzaron leyendo un capítulo. A pesar de que nos acomode pensar lo contrario, debemos asumir que la pequeña escala es la única escala. La única forma de ganarle a la resistencia es partiendo en pequeño, porque un cambio radical solo puede comenzar mediante un cambio insignificante a la vista.

No existe el momento perfecto

Nuestra obsesión con los resultados a gran escala hace que nos pasemos la vida esperando el momento perfecto para emprender. Al visualizar el éxito como el resultado de un solo gran atrevimiento que nos cambia la vida — en vez de lo que es realmente: una acumulación de pequeñas acciones — asumimos complacientemente que ese gran salto lo podemos dar en el futuro.

El presente ya nos parece demasiado difícil y ajetreado. Así que es fácil convencerse de que no podemos comenzar hasta que las cosas estén más tranquilas. El problema es que la vida nunca se pone más tranquila y el tiempo nunca deja de ser escaso.

El tiempo que necesitamos para comenzar es el que ya tenemos a nuestro alcance. Aunque nos encante decir que no, en realidad sí tenemos tiempo. Sin embargo, es necesario disponerlo para llevar a cabo aquello que nos entusiasma: solo cuando tenga prioridad suficiente, ocurrirá. El momento perfecto para comenzar no existe, pero existe uno que es casi perfecto: hoy.

Comienza a pequeña escala hoy

En síntesis, nuestra obsesión con los resultados sobresalientes nos impide ponernos en marcha porque genera dos creencias indulgentes y paralizantes: que las acciones pequeñas no valen y que existe un momento en el futuro mejor para comenzar.

Por lo tanto, superar la resistencia requiere trascender estas ideas haciendo exactamente lo contrario: comenzar hoy en la escala más pequeña posible. Tomar esa idea apasionante y grandiosa y preguntarse: ¿cuál es la mínima versión que podría hacer hoy? ¿cómo podría comenzar este mismo fin de semana, o mejor, esta misma tarde?

No importa qué tan monumental sea lo que quieras lograr, siempre hay una forma de traducirlo en algo concreto que puedes empezar hoy. ¿Sueñas con unas vacaciones recorriendo Europa? Abre una cuenta de ahorro y ahorra lo que te cuesta un café. ¿Te gustaría leer muchos libros? Lee hoy una página y mantenlo para el día siguiente. ¿Quieres crear una ONG para cambiar la educación en el mundo? Contacta a alguien que necesite apoyo con su educación y ofrécele ayuda.

No importa qué tan minúsculo sea el primer paso, es sorprendente lo mucho que puede llegar a importar. Cada vez que hacemos una acción concreta, generamos evidencia para convencernos de que somos el tipo de persona que se mueve en la dirección de las cosas que le importan, de que somos capaces de materializar nuestra pasión en algo real. Empezar hoy es una forma de renovar nuestra identidad y sentirnos a gusto con quiénes somos. Porque la vida es mucho más satisfactoria cuando vivimos del “haber hecho” y del “estoy haciendo” que del “me gustaría hacer”.

Por eso, si ya sabes lo que quieres para ti y los demás, comienza a pequeña escala hoy.

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