¿Te ha pasado que estás con amigos conversando felizmente, hasta que empiezan a hablar algún tema relacionado con política — como el aborto o los impuestos — y en minutos la discusión se pone exaltada, incómoda y frustrante?

A mí sí, muchas veces. Siempre me ha parecido algo irritante, al punto de que cuando una discusión empieza a tornarse política, trato de apartarme o cambiar de tema. Hace tiempo que perdí la fe en tener una conversación productiva sobre este tipo de temas.

¿Por qué es tan difícil conversar civilizadamente sobre temas que son tan importantes para todos? Pareciera que simplemente hay asuntos de los que no se puede hablar ¿Por qué pasa esto?

Hace poco terminé de leer The Righteous Mind, un libro que responde esta pregunta. El autor es Jonathan Haidt, psicólogo que ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar la psicología moral, es decir: cómo funciona nuestra mente para decidir y justificar aquello que consideramos bueno o malo, justo o injusto. Estas decisiones son las que determinan nuestras opiniones sobre los temas difíciles.

En este libro encontré una explicación sobre por qué es tan difícil conversar sobre estos temas, y también algunas opciones para evitarlo.

Definitivamente es de los mejores libros que he leído, y sus ideas han tenido un gran impacto en cómo pienso sobre ética y política en general. He seguido reflexionando al respecto, por lo que quiero aprovechar para hacer una síntesis de las mejores ideas del libro y explicar las principales reflexiones que me dejó.

Así que vamos a ver: ¿por qué es tan difícil hablar de política? Una explicación psicológica.

La mente de los justos: un resumen

Parte I: Intuiciones primero, razonamientos después

“Si le pides a alguien que crea algo que contradice sus intuiciones, se empeñará en encontrar una vía de escape: cualquier razón posible para dudar de tu argumento”.

¿Cómo funciona nuestra mente cuando decide que algo es moralmente correcto? Lo normal es pensar que usamos nuestra capacidad de razonamiento para determinar este tipo de dilemas: reflexionamos profundamente y determinamos nuestra opinión sobre ellos. Nos gusta creer que somos seres racionales y que todas nuestras creencias están justificadas.

Lo que ha revelado la investigación psicológica de Jonathan Haidt y otros autores es exactamente lo contrario: cuando usamos el razonamiento, es para justificar intuiciones morales que ya están previamente asentadas en nuestra mente. Estas intuiciones se van desarrollando como resultado de nuestra biología, crianza y entorno. Al contrario de lo que nos gusta pensar, cuando usamos el razonamiento no es para descubrir la verdad, sino para justificar aquello que ya creemos.

“El razonamiento no evolucionó para ayudarnos a encontrar la verdad, sino para ayudarnos a argumentar, persuadir y manipular cuando discutimos con otras personas”.

Por esto, Jonathan Haidt postula que es casi imposible cambiar una intuición moral solo con el razonamiento. ¿Has tratado de convencer a alguien con tus argumentos de que comer carne está mal (o bien)? ¿De que el presidente de turno está en lo correcto (o incorrecto)? Si la otra persona no cede a tus argumentos — por muy lógicos que sean — es simplemente porque una intuición no se puede cambiar solo con la razón.

¿Entonces, cómo pasa cuando las personas cambian de opinión? Esto pasa porque sus intuiciones morales cambian. Este puede ocurrir de varias formas, pero generalmente sucede cuando las personas de nuestro entorno cercano tienen una opinión diferente a la nuestra, o cuando alguien que admiramos piensa distinto a nosotros. También puede pasar si alguien nos convence apelando a la emoción o contando una historia que resuene con nosotros.

“La principal forma de cambiar de opinión sobre cuestiones morales es interactuando con otras personas”.

Parte II: Papilas gustativas morales

“La moral es mucho más que solo daño y justicia”.

¿Por qué diferentes personas aceptan diferentes cosas como buenas y malas? ¿Por qué no podemos ponernos de acuerdo en una regla universal para distinguir aquello que es bueno de lo malo? La segunda parte de este libro intenta contestar estas preguntas.

Para esto, Haidt propone la teoría de las fundaciones morales. Esta dice que nuestras mentes tienen — biológicamente — el potencial de volverse moralmente interesadas por muchas preocupaciones diferentes, pero solo algunas de ellas se activan durante nuestra infancia. Existe un conjunto básico de estas preocupaciones, las cuales se conocen como fundaciones morales y se refieren a principios básicos que nos hacen distinguir entre lo que es bueno y malo. Todos estos principios tienen un fundamento evolutivo que es explicado con detalle en el libro.

Las fundaciones morales más importantes para esta teoría son:

  • Evitar el daño o sufrimiento.
  • Luchar por la libertad contra la opresión.
  • Buscar la equidad o proporcionalidad
  • Ser leal con mi comunidad o tribu.
  • Acatar la legítima autoridad y jerarquía.
  • Respetar lo sagrado.

Según nuestra biología y lo que hayamos vivido, distintas personas desarrollan diferentes sensibilidades con respecto a las fundaciones morales. Por esto, puede haber personas para las cuales evitar el sufrimiento es lo más importante (y por ende están de acuerdo con permitir la migración de refugiados, por ejemplo), mientras que otras prefieren la lealtad con su propia comunidad y país (y se oponen a la migración y prefieren apoyar a sus compatriotas).

Como ya vimos, la moralidad de cada persona se parece mucho más a una percepción que un a juicio razonado. Por esta razón, Haidt nos propone pensar en las fundaciones morales como si fueran papilas gustativas. Así como nos gusta lo salado, dulce, o ácido, nuestra moral se construye en base a varias fundaciones, como la lealtad, la autoridad o la libertad.

Este es el motivo por el cual resulta casi imposible encontrar un principio universal que permita distinguir entre lo bueno y lo malo en todos los casos. Sería como intentar que los humanos comiéramos comida con un solo sabor. Por ejemplo, que todas las comidas solo tuvieran sabor a azúcar. A pesar de que el sabor dulce nos gusta, no sería suficiente para la mayoría de las personas.

Al entender esta teoría, se va volviendo mucho más natural aceptar que las personas tengan distintas posturas políticas: simplemente usan fundaciones morales diferentes para interpretar un mismo tema. Otro ejemplo: si tu amiga está en contra del aborto, tal vez es porque el valor de lo sagrado de la vida es más importante que la libertad de la mujer. Dos personas con las mismas buenas intenciones, evalúan un dilema usando fundaciones morales diferentes. Si no logras convencer a tu amiga con tus argumentos, no es que no los entienda, es que percibe el mundo de otra forma. Discutir con ella es tan útil como tratar de convencerla de cambiar su comida favorita.

Parte III: Somos individualistas y también tribales

“Los seres humanos tenemos una doble naturaleza: somos primates egoístas, pero también deseamos formar parte de algo más grande y noble que nosotros mismos”.

Después de escuchar sobre la teoría de las fundaciones morales, te puede parecer dudoso el hecho de que algunas fundaciones — como la lealtad, la jerarquía y lo sagrado — sean verdaderamente justificables como necesarias para discernir lo bueno de lo malo. Puede parecer que estos valores no tengan ninguna utilidad intrínseca, sino que son solamente medios para un fin.

En esta tercera parte, Haidt intenta justificar la importancia de estas fundaciones morales. Para hacerlo, argumenta que a pesar de que nuestra psicología sea predominantemente egoísta, también hay una parte de nosotros que está hecha para promover los intereses de nuestro grupo o comunidad. Esta capacidad de funcionar como tribu y abandonar hasta cierto punto el comportamiento egoísta nos ha permitido evolucionar como especie humana. Biológicamente, hay una parte de nosotros que necesita formar parte de algo más grande.

Alcanzar un orden social que nos permita trascender al egoísmo es indispensable para el desarrollo humano y al mismo tiempo algo extremadamente difícil de conseguir. Y para lograrlo, aquellas fundaciones morales que se relacionan con preservar el orden social existente desempeñan un papel crucial en una sociedad que funciona correctamente. Estas fundaciones morales son las que se asocian al pensamiento conservador: lealtad, autoridad y santidad. Con este mismo objetivo, surgieron y proliferaron las religiones y otras tradiciones. Son adaptaciones evolutivas que nos permiten desarrollar una matriz moral común y trascender al individualismo.

La última conclusión de esta parte del libro es que la moral es un arma de doble filo. Por un lado, es indispensable para darnos un sentido de pertenencia, trascender el individualismo y permitirnos avanzar como comunidad con un objetivo en común. Por el otro lado, es peligrosa porque nos enceguece a aceptar la moral de otros grupos.

“La moral nos une y nos enceguece”.

Con todo esto, ya va quedando clara la respuesta a la pregunta inicial: ¿por qué es tan difícil hablar de política? Es porque nuestra psicología nos empuja a formar comunidades con valores que justificamos con argumentos supuestamente racionales sobre por qué tenemos la razón y por qué los que piensan diferente están tan equivocados. Olvidamos de que los argumentos del otro bando son igual de convincentes para ellos y por ende nos vamos acostumbrando a pensar que quienes piensan distinto son ciegos a la verdad, la razón, la ciencia y el sentido común. Lamentablemente, nosotros somos igual de ciegos a sus propios argumentos y valores.

Mis reflexiones

Ahora es el momento de explicar las principales reflexiones que me dejó este libro.

Todo son racionalizaciones

Hace un tiempo que vengo leyendo y convenciéndome sobre el determinismo: la postura filosófica que postula que no existe la libertad de acción ni pensamiento, ya que todas nuestras acciones son generadas por reacciones neuronales gatilladas por eventos externos que están fuera de nuestro control.

Para mí, este libro vino a sumar argumentos a favor del determinismo. La mayoría de las veces, no tenemos idea de por qué opinamos lo que opinamos. Cuando justificamos por qué creemos que algo es bueno o malo — una opinión moral — en verdad estamos construyendo una racionalización a posteriori de una decisión que ya está tomada.

Nuestro cerebro viene precargado con un sesgo de confirmación como parte de su configuración base, que nos hace siempre buscar evidencia para justificar aquello que ya creemos. Somos horriblemente malos en encontrar y aceptar evidencia que se oponga a lo que ya creemos.

Para mí, una consecuencia directa de esto es dejar de tomarse tan en serio lo que opinamos, por muy relevante que sea (o creamos que sea). Tú crees que tu opinión es tuya, pero no lo es verdaderamente. Y aún así, estás programado para justificar a muerte aquello opinas. Esto aplica para uno mismo (dejar de aferrarme tanto a una opinión) y a los demás (no asumir que sus opiniones son su identidad).

¿Utilitarismo? Para mí sí, pero no para todos

Otra idea filosófica a la que suscribo desde hace un tiempo es el utilitarismo: la postura de que una acción es correcta solo si aumenta el bienestar de todos los seres involucrados, ya sea aumentando su felicidad o disminuyendo su sufrimiento. Una de las características que más me atrae al utilitarismo es su sencillez: permite abordar cualquier dilema ético en base a una sola fundación moral.

Este libro me hizo pensar que la sencillez de un sistema ético también puede ser una gran debilidad. Esto ocurre pues, como explica la teoría de las fundaciones morales, muchas personas son sensibles a principios que van mucho más allá del bienestar y sufrimiento. Para ellos, tratar de reducir un dilema ético a una sola fundación es simplemente inútil.

Personalmente, el utilitarismo sigue pareciéndome igual de atractivo, pero veo con mucha más claridad por qué no lo es para otras personas. En la práctica, esto me ha ayudado a tratar de ponerme en el lugar de otros para entender por qué piensan como piensan: ya no lo veo como un error en su cálculo utilitarista, sino como otra forma de decidir sobre lo que es bueno o malo. Seguramente esto me ahorrará muchas discusiones inútiles de aquí en adelante.

¿Por qué es más fácil ser de derecha que de izquierda?

Una de las principales conclusiones de este libro es que las personas de izquierda (o de pensamiento más liberal), argumentan principalmente usando tres fundaciones morales (evitar el sufrimiento, promover la libertad y la justicia) e ignoran casi completamente las otras. Por el otro lado, las personas de derecha (o de pensamiento más conservador) tienen una matriz moral mucho más amplia, y consideran todas las fundaciones morales de forma más equitativa. Es decir, también se preocupan por la lealtad, autoridad y santidad

Por esto, las personas conservadoras son mucho más sensibles a las opiniones que puedan amenazar el capital moral de una comunidad, incluyendo aquellas iniciativas que puedan dañar las instituciones y tradiciones que nos hacen funcionar en conjunto. Es por esto, por ejemplo, que las personas de izquierda suelen estar a favor de la libre migración de personas con problemas en su país de origen, mientras que a las personas de derecha se oponen (o están de acuerdo pero con restricciones) ya que opinan que esto afectará negativamente los valores y el funcionamiento de un país.

Como ya vimos, priorizar el bienestar de nuestro propio grupo es algo innato a lo que es muy difícil renunciar. El hecho de que las personas conservadoras pongan más ojo en proteger la moralidad ya existente en nuestro grupo, generalmente les dará una ventaja política frente a las reformas de la izquierda, que por muy bienintencionadas que sean, usualmente ponen en riesgo las fundaciones morales que nos unen como sociedad. Esto siempre generará un flanco abierto para ser criticados por la derecha y el grueso de las personas.

Para convencer a otro: escucha, pregunta y da el ejemplo

“No necesitamos convencer a los demás de que estamos en lo correcto. Solo necesitamos abrir sus mentes a la posibilidad de que podrían estar en lo incorrecto. La curiosidad natural hará el resto”. — Adam Grant en Think Again

La cita anterior es de Think Again, un libro escrito por Adam Grant, reconocido profesor de psicología organizacional, en el cual argumenta sobre la importancia de ser capaces de cambiar de opinión y enseña algunas formas de cambiar nuestras propias opiniones y las de otras personas.

Una de las conclusiones principales de The Righteous Mind es que los buenos argumentos son inefectivos cambiar la opinión de una persona sobre temas moralmente relevantes como la pobreza o el aborto. Discutir y debatir simplemente no son las herramientas adecuadas para lograrlo.

No obstante, esto no significa que cualquier intento de cambiar la opinión de otras personas sea una pérdida de tiempo. Sí es posible que una persona cambie su postura ética. De hecho, es posible que toda una sociedad lo haga, como han demostrado las grandes revoluciones sociales de la historia humana.

En base a lo que aprendí en este libro y en Think Again, me quedo con algunas estrategias para la próxima vez que sienta la necesidad de cambiar la opinión de otro sobre un tema moralmente relevante. Estas son:

  1. Escuchar a la otra persona y buscar los puntos que tenemos en común antes de criticar su postura. Demostrar apertura de mente, reconociendo aquello que es valioso o destacable de su opinión.
  2. Siempre llevar la conversación con preguntas para entender por qué la persona piensa como piensa y qué cosas estaría dispuesta a reconsiderar.
  3. En vez de argumentar basado en la lógica, trata de contar historias y de apelar a valores y emociones que sean relevantes para la otra persona.
  4. Si es una persona cercana a ti: en vez de discutir, enseña dando el ejemplo con tus acciones. Tenemos una tendencia natural a imitar lo que hacen las personas que queremos o admiramos.

Conclusión

“La moral es la clave para comprender a la humanidad”.

The Righteous Mind me pareció un libro genial que me dio bastante en qué pensar y que además me entregó un marco conceptual interesante y práctico para entender el mundo. Así ha sido con todos los libros que me han marcado de una forma u otra.

Si te interesa la psicología y la ética (probablemente 2 de los temas que más me interesan a mí), sin duda deberías leerlo. Este libro es una mezcla interesantísima entre los dos temas.

La moralidad es uno de los elementos distintivos de la humanidad y como ya vimos, puede ser tan edificante como destructiva. Entenderla en su complejidad es para mí una de las claves para seguir construyendo un mundo mejor para todos. Creo que las ideas de este libro nos ponen en el camino correcto.

Si llegaste hasta acá, te gustará lo que viene