Cómo comenzó todo

Me gusta la escritura. Siempre he admirado a las personas que escriben y ponen sus palabras frente a un público, ya sea contando historias, expresando ideas o cualquier otra cosa.

Por eso el 2020 empecé a escribir en este blog. Uno de mis principales objetivos era ser un poco más como esas personas que admiro: generalmente bloggers y escritores de libros. Por esa misma razón empecé un blog y no un Twitter u otra red social. Mi objetivo era replicar aquello que consideraba admirable.

En algún momento de 2020 empecé a anunciar mis posts del blog en LinkedIn. No llamaban demasiado la atención pero era una forma efectiva de que llegara más gente a leer lo que había escrito. Ese fue el inicio de mi interacción con esta red social.

Durante 2021 comencé a probar posteando contenido que no fuera del blog. Acá mi objetivo dejó de ser solamente llevar tráfico a mi sitio, también me sirvió para darle cabida a algunas ideas para las que parecía un formato más apropiado. Lo hice esporádicamente e incluso así obtuve resultados súper buenos: algunas publicaciones alcanzaban las 20 mil visualizaciones y bastante interacción.

El 2022 me empecé a encontrar con mucho menos tiempo para escribir artículos en profundidad. El poco tiempo que encontraba, se lo dedicaba de lleno a mi newsletter, pero no me daba para mucho más. En LinkedIn encontré un espacio para satisfacer esa necesidad de escribir, publicar y ver resultados rápidos sin dedicar demasiado tiempo.

Así fue como empecé a postear más seguido y más metódicamente en LinkedIn. Partí en junio publicando un par de veces a la semana, y luego en julio ya me había propuesto publicar casi todos los días (hábiles). Junto con eso, empecé a monitorear mis métricas en la red: cuánto crecía mi perfil, cuántas reacciones tenía cada tipo de publicación, etc.

Escribía algunos días un buen rato (dejaba listos más de un post para la semana) y otros días – aquellos donde no tenía inspiración o ganas – simplemente reciclaba algo de mi blog o escribía algo corto.

Estos esfuerzos comenzaron a dar frutos rápidamente. Algunos posts tenían harto alcance para ser un desconocido en la red social. Incluso una empresa me envió regalos a mi casa por escribir un post sobre su marca. Empecé a tener una degustación – escasa, pero más que suficiente — de la vida de un influencer, tanto dentro de la red social como fuera de ella.

Y lo odié.

Lo que empezó como una vitrina para lo que realmente me interesaba se había transformado en algo completamente distinto. Algo que me había dejado de gustar hace varias semanas pero que sentía que no podía parar de hacer.

Hasta que paré. El 12 de septiembre publiqué algo de mala gana y después me di cuenta de que no quería hacerlo más.

¿Qué pasó?

Al principio pensé que simplemente me había esforzado demasiado en publicar todos los días. Que esa obligación me había hecho aburrirme.

Pero después de reflexionar, creo que hay un par de ideas más profundas, que tienen que ver con las dinámicas de la escritura en las redes sociales, la fama y un par de cosas más.

Quiero explorarlas acá.

Por qué dejé de escribir en LinkedIn

El medio es el mensaje: escribiendo para el algoritmo

”El medio es el mensaje” es una frase acuñada por Marshall McLuhan que significa que la forma de un medio se incrusta en cualquier mensaje que transmita o transporte, creando una relación simbiótica en la que el medio influye en cómo se percibe el mensaje. Fuente: Wikipedia

Para que lo que escribes en LinkedIn tenga un buen desempeño, hay que seguir ciertas reglas implícitas pero fácilmente extrapolables al explorar los posts que tienen éxito en esta plataforma.

Traté de seguirlas lo más que pude y como dije arriba, tuve buenos resultados. Pero con un costo grande: perdí mi propia voz. Empecé a escribir como todos los que escriben en LinkedIn, usando frases breves, con un enganche lo más persuasivo posible y nunca con demasiada extensión. También dejé de lado algunos de los temas que más me interesaban (filosofía) porque eran aquellos con peor desempeño.

Básicamente, empecé a cambiar la forma y el contenido de mi escritura solo para satisfacer al algoritmo.

Esto me hizo pensar en la teoría “el medio es el mensaje” de Marshall McLuhan. Este filósofo proponía que el medio a través del cual se comunica un mensaje tiene un impacto en la naturaleza del mensaje mismo, y por ende modifica la forma en que toda la sociedad piensa y se comunica.

Un ejemplo muy claro es Twitter: dado que la red obliga a la brevedad y su algoritmo recompensa aquello que genera exaltación, indignación o emociones similares, nuestras mentes se van acostumbrando a pensar en esos términos. El medio termina condicionando las ideas que producen las mentes de toda una sociedad.

Me considero una persona que recién está aprendiendo a escribir. Y como tal, me preocupan las consecuencias que escribir enfocado en una red social pueda tener en mi escritura. Y no solo en el contenido de este, si no en todo el proceso creativo. Esta es una de las razones que me hizo mirar con suspicacia el ejercicio de escribir en LinkedIn. Pero hay más.

Reacciones superficiales versus conversaciones profundas

No son muchas las personas que se toman el tiempo de comentar lo que escribo en mi blog. A lo más una vez a la semana recibo algún correo o mensaje de alguien comentando o agradeciendo lo que he escrito acá.

No obstante, cada uno de estos mensajes son para mí un tesoro. Una conversación que se abre y que siempre soy muy feliz de responder.

En LinkedIn me pasaba exactamente lo contrario.

Una publicación podía obtener cientos de reacciones que no me producían mucha emoción más que el entusiasmo de ver los números crecer. Cuando recibía comentarios en mis posts, la mayoría eran para cuestionarme o llevarme la contraria de forma poco constructiva. Muchas veces no me daban ni ganas de responder.

Volviendo a la idea de McLuhan, creo que la red simplemente no está hecha para que ocurran conversaciones significativas. Muy rara vez sentí en un comentario de LinkedIn la intención de tener una conversación constructiva. Y dudo que algunas de las redes sociales de hoy permita ese espacio.

En retrospectiva, me he dado cuenta de que prefiero un correo a la semana de alguien que se toma el tiempo para para recomendarme un libro o contarme cómo algo que escribí resonó con él o ella, que 1000 likes o comentarios de pasada de alguien que leyó un post mientras estaba en el baño y sintió la necesidad de responder algo.

Prefiero una comunidad de conversaciones profundas que una audiencia de reacciones superficiales.

Fama, identidad y el micro-chaqueteo

“Un conocido me dijo: ‘trabajas con el famoso de LinkedIn’“

Eso me pasó de verdad y me lo dijo una compañera de trabajo. Supongo que a alguna otra persona le hubiese parecido bacán recibir esa etiqueta: “famoso”. A mí, me cayó como patá en la guata.

Creo que fue ese uno de los momentos que me hizo cuestionarme todo:¿Eso es quién quiero ser? ¿El famoso de LinkedIn? Siempre he sabido la respuesta: no.

Nunca he escrito para hacerme famoso. Tampoco escribo para ganar dinero. Si fuera por fama o dinero, podría hacer varias otras cosas.

Escribo para ejercitar el pensar con claridad y compartir lo que voy aprendiendo. Escribo porque me parece apasionante y admirable. Y si me voy a hacer famoso como un subproducto de la escritura, no quiero que sea por escribir en una red social.

Además, la fama, por exigua que sea , nunca viene sola. Viene siempre acompañada de un fenómeno: el chaqueteo.

Chaqueteo: Impedir por malas artes, normalmente el desprestigio, que alguien se destaque o sobresalga — Diccionario de la RAE.

Esto sí que me llamó la atención. Tal vez es verdad cuando dicen que Chile es un país chaquetero.

Varios conocidos comenzaron a “molestarme” (tomarme el pelo, en un español más neutro) por escribir en LinkedIn. Nunca entendí completamente a qué iban, pero empezó a pasar tan seguido que le puse un nombre: micro-chaqueteo. En repetidas ocasiones, personas – muchas veces las mismas – hacían alusión en forma irónica a que escribiera en LinkedIn.

¿Tal vez exageré o estoy siendo demasiado sensible? Puede ser y eso pensé las primeras veces. Pero después dejé de creerlo, porque fue algo que se fue repitiendo más veces de las que podría contar. Y al final cuando varias personas te toman el pelo por algo que haces como hobby, no puedes evitar pensar: ¿Estaré haciendo algo mal? ¿Por qué les molesta que lo haga?

En general trato de tomarme la vida con estoicismo. Me gustaría decir que este tipo de comentarios no me afectaba, pero sí lo hicieron.

Supongo que en una red social “la fama” viene acompañada con ese tipo de exposición. Cuando te expones en un lugar tan público como una red social, todos pueden opinar de ti con ligereza — incluso teniéndote enfrente.

Por el contrario, cuando escribes en un blog, primero alguien tiene que darse la lata de leer para saber que estás escribiendo. Creo que prefiero esa auto-selección de personas que me leen y que por ende pueden opinar sobre mí.

¿Qué sigue ahora?

Varias veces me he cuestionado usar otra red social como vitrina para lo que escribo en el blog. Este experimento me demostró que esos intentos bien intencionados pueden no siempre tener las mejores consecuencias.

Así que por el momento no creo que vuelva a escribir en LinkedIn salvo que sea para publicar links de cosas que he escrito acá: en mi blog, donde quiero escribir.

También buscaré cómo darle cabida a esas ideas que no calzan tan bien en este formato. Por ejemplo, algunas ideas que he tenido sobre Product Management (el área en que trabajo). Si tienes ideas o comentarios al respecto, feliz de recibirlos.

Por cierto, no quiero terminar este post con amargura. Hacer este experimento de escribir frecuentemente en una red social me sirvió para reflexionar y aprender sobre lo que quiero hacer (y ser) como persona que escribe. Eso para mí es invaluable y agradezco a toda la gente que me animó durante el proceso.

Así que nos leemos pronto, pero por acá.

Si llegaste hasta acá, te gustará lo que viene