Empecé este blog en marzo de 2020. No tenía ni la menor idea de cómo hacerlo. De hecho, lo primero que escribí fue una reseña de un libro que no me atreví a compartir con nadie.

Pasaron dos meses en los que escribí 3 publicaciones más que tampoco me atreví a compartir, ni siquiera con mis personas más cercanas. Las tenía ahí, juntando polvo en internet.

Tenía miedo, vergüenza, pudor o timidez. Una extraña mezcla de todas al mismo tiempo.

He estado pensando últimamente en este fenómeno. Cuando queremos hacer algo en público pero no nos atrevemos porque nos da miedo.

Pero, ¿a qué le tenemos tanto miedo?

Sin duda es algo inmaterial: en estas situaciones no vas a perder dinero, ni tu trabajo, ni nada importante. Es simplemente el miedo al qué dirán. El miedo al ridículo.

Quizá más que miedo, el nombre apropiado es vergüenza.

Vergüenza de hablar en un idioma que no conoces tan bien.

Vergüenza de dar feedback a uno de tus colegas que podría hacerlo mejor.

Vergüenza de inscribirte a las clases de eso que siempre has querido aprender.

Vergüenza de escribir algo que quieres contar y mostrarlo al público.

Vergüenza de reclamar cuando te dieron un mal servicio.

¿La has sentido?

Todas son distintas versiones de lo mismo: nos ponemos límites, nos dejamos estar, nos quedamos callados. Y lo más triste de todo es que, aun no teniendo nada que perder, nos las arreglamos para perder algo tremendamente valioso: una oportunidad.

Porque a diferencia del miedo, las consecuencias de la vergüenza no son reales y solo están en nuestra cabeza. No te vas a quedar sin casa, ni sin empleo, ni sin amigos, solo vas a pasar vergüenza.

He llegado a la conclusión de que la vergüenza es una de las fuerzas mas tóxicas e inmovilizadoras que existen. Y también algo de lo que no se habla lo suficiente. Tal vez hablando más de ella podremos ayudar(nos) a los vergonzosos del mundo.

Porque si todos tuviéramos menos vergüenza, sería seguramente un mundo mejor. Uno con más artistas, más bailarines, más escritoras, más políglotas. Y por supuesto, menos personas frustradas porque nunca se atrevieron a intentarlo.

¿Por qué hablo de esto? Porque yo siempre he tenido que luchar contra mi timidez y vergüenza. Así comenzó esta historia: con alguien que quería escribir pero tenía demasiada vergüenza para publicar lo que escribía.

Cuando digo esto, la gente se ríe de mí y me dice que estoy exagerando. Esta reacción me ofendía al principio, pero ahora me la tomo como un cumplido. Es fácil (y lo normal) juzgar a las personas por lo que se ve por fuera, y muy difícil imaginarse por lo que han pasado para llegar donde están.

Y además, esas personas tienen razón: es verdad que ahora soy mucho menos tímido y vergonzoso que antes. ¿Qué he hecho para cambiar? Quiero escribir acá un par de consejos que me hubiera gustado recibir hace varios años.

Tranquilo, ninguno va a ser: “sal de tu zona de confort”.

¿Cómo enfrentar la vergüenza? Tres estrategias

Prepárate y sigue una receta

Hay situaciones que sabemos que van a hacernos sentir muy incómodos. Para algunos, será hablar con desconocidos, para otros, hablar en inglés.

Muchas veces la vergüenza aparece porque no tenemos herramientas para improvisar ante ciertas situaciones. En este caso, la mejor idea es prepararse y hacer algo de memoria.

Por ejemplo, antes no sabía qué hacer cuando me quedaba a solas con alguien que no conocía mucho. Me sentía muy nervioso porque creía que tenía que poner un tema interesante de conversación o iba a aburrir a la otra persona. Esto mejoró bastante después de que leí un libro sobre habilidades comunicacionales en el que descubrí una receta sencilla: en vez de tratar de proponer yo un tema de conversación, bastaba con demostrar interés y hacer preguntas sobre la otra persona. ¿A quién no le gusta hablar de sí mismo?

Esto se puede aplicar para muchas otras situaciones. Internet está lleno de libros, artículos, videos en YouTube y seguramente TikToks sobre consejos para desenvolverse en distintas circunstancias. Si sabes las situaciones en que te da vergüenza actuar: busca una receta y actúa de memoria.

Hazlo en modo incógnito

Curiosamente, a veces nos da más vergüenza la opinión de nuestro círculo cercano que la del resto del mundo. Quizás es porque los amigos más cercanos son a veces los que tienen la confianza para lanzarte algún chiste pesado por haberte matriculado en clases de salsa.

O a veces son simplemente maquinaciones en nuestra propia mente. Porque en general, los amigos nunca son tan pesados como uno cree. (Y si lo son, quizá debas buscar mejores amigos).

Este problema tiene una solución un poco ridícula pero efectiva: hacer eso que tienes ganas de hacer pero sin contarle a nadie. Escribe usando un pseudónimo para publicar. Inscríbete a un taller de teatro al otro lado de la ciudad. Haz ejercicio encerrado en tu pieza.

No hay mejor remedio para la vergüenza que el anonimato.

Después de un tiempo, será mucho más fácil decirle al mundo: “estoy haciendo esto”. Porque cuando te pregunten: ¿desde hace cuánto? La respuesta será: desde hace varios meses. Ya será parte de tu normalidad e incluso de tu identidad.

Recuerda que a nadie le importa

En psicología existe un fenómeno llamado spotlight effect, que se podría traducir como efecto foco. Esta es la tendencia a creer que todo el mundo nos pone atención y está pendiente a lo que hacemos, cuando la verdad a nadie le importa mucho. Pensamos que el foco siempre está en nosotros.

La mejor forma de representarlo es esta caricatura de Tim Urban:

flowchart_gtd

También me gusta cómo lo explica Neil Parischa: “como somos el centro de nuestro mundo, también creemos que somos el centro del mundo de los demás".

El efecto foco también se ha demostrado experimentalmente. Al hacer que un estudiante usara una polera ridícula, la cantidad de personas que se dieron cuenta de su polera fue en realidad la mitad de la que el estudiante creía que se había dado cuenta.

La moraleja de esto es: cuando te dé vergüenza una situación porque pienses que todo el mundo está mirando, recuerda que no es así. Cada uno está enfocado en su propia vida y difícilmente presta atención a otra cosa. E incluso si te ponen atención, lo más probable es que ya lo hayan olvidado al día siguiente.

Cuando sientas vergüenza recuerda: nadie te está poniendo atención.

Conclusión

Como dije antes, creo que un mundo con menos vergüenza y timidez sería un mundo con gente más satisfecha y con menos arrepentimiento de haber probado cosas.

Si no eres vergonzoso, seguramente este artículo te parecerá muy ajeno. Aún así espero que te haya servido para conocer un tipo de personalidad que afecta a más gente de la que uno se da cuenta.

Si eres vergonzoso, espero que este artículo te haya servido para saber que no estás solo y que hay algunas estrategias que puedes seguir para ir enfrentando este desafío.

Cuéntame: ¿has sentido vergüenza y cómo la has enfrentado?

Nota

Quiero hacer una aclaración sobre la palabra vergüenza. Las primeras 2 definiciones de vergüenza según la RAE son:

  1. Turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante.
  2. Turbación del ánimo causada por timidez o encogimiento y que frecuentemente supone un freno para actuar o expresarse.

En este artículo hablo de la segunda. La vergüenza de haber hecho algo deshonroso deberíamos tenerla siempre.

Si llegaste hasta acá, te gustará lo que viene